Fin del universo
El desvanecimiento de la última estrella no será más que el comienzo de una época oscura e infinitamente larga. Toda la materia acabará siendo consumida por monstruosos agujeros negros, que a su vez se evaporarán en los más tenues destellos de luz. El espacio se expandirá cada vez más hasta que incluso esa tenue luz se disperse demasiado como para interactuar. La actividad cesará, ¿o no? Por extraño que parezca, algunos cosmólogos creen que un universo anterior, frío, oscuro y vacío como el que nos espera en un futuro lejano podría haber sido el origen de nuestro propio Big Bang.
Puede ser útil entender el estado denso caliente como producido a partir del estado vacío frío de alguna manera no causal. Tal vez deberíamos decir que el estado caliente y denso emerge del estado frío y vacío, se basa en él o se realiza a partir de él. Se trata de ideas claramente metafísicas que los filósofos de la ciencia han explorado ampliamente, sobre todo en el contexto de la gravedad cuántica, donde la causa y el efecto ordinarios parecen romperse. En los límites de nuestro conocimiento, la física y la filosofía se vuelven difíciles de separar.
Nacimiento del universo
(Crédito de la imagen: Shutterstock) (opens in new tab)En el principio, había… bueno, quizá no hubo principio. La realidad tiene muchas cosas que la mayoría de la gente asociaría con la ciencia ficción o incluso con la fantasía”, afirma Bruno Bento, físico que estudia la naturaleza del tiempo en la Universidad de Liverpool (Reino Unido). En su trabajo, empleó una nueva teoría de la gravedad cuántica, llamada teoría del conjunto causal, en la que el espacio y el tiempo se dividen en fragmentos discretos de espacio-tiempo. A cierto nivel, existe una unidad fundamental de espacio-tiempo, según esta teoría. Bento y sus colaboradores utilizaron este enfoque de conjuntos causales para explorar el principio del universo. Descubrieron que es posible que el universo no tuviera un principio, que siempre haya existido en un pasado infinito y que sólo haya evolucionado hasta lo que llamamos el Big Bang:
El universo surgió de la nada
¿Por qué existe el universo? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Son preguntas antiguas y fundamentales que uno podría pensar que están firmemente fuera del ámbito de la ciencia. Pero, para mi sorpresa, recientemente me he dado cuenta de que nuestro Proyecto de Física puede arrojar luz sobre ellas, y quizá incluso mostrarnos el camino hacia las respuestas.
Podemos considerar que el objetivo último de nuestro Proyecto de Física es encontrar una representación abstracta de lo que hace nuestro universo. Pero incluso si encontramos tal representación, la cuestión sigue siendo por qué se actualiza esa representación: por qué lo que representa está “ocurriendo realmente”, con la materia real de la que está “hecho” nuestro universo.
Una cosa es decir que tenemos una regla o un programa que puede reproducir una representación de lo que hace nuestro universo. Pero parece muy diferente decir que la regla o el programa “se está ejecutando realmente” y que “está generando realmente” la “realidad física” de nuestro universo.
En cuanto se empiece a hablar de “ejecutar programas”, algunos preguntarán inmediatamente: “¿En qué ordenador?”. Pero un punto intelectual clave es que, en última instancia, los procesos computacionales pueden definirse de forma completamente abstracta, sin referencia a nada parecido a un ordenador físico.
¿Y si el universo no existiera?
El origen absoluto del universo, de toda la materia y la energía, incluso del propio espacio físico y el tiempo, en la singularidad del Big Bang contradice la perenne suposición naturalista de que el universo siempre ha existido. Uno tras otro, los modelos diseñados para evitar la singularidad cosmológica inicial -el modelo del Estado Estacionario, el modelo Oscilante, los modelos de Fluctuación del Vacío- se han sucedido. Los modelos actuales de gravedad cuántica, como el modelo de Hartle-Hawking y el modelo de Vilenkin, tienen que apelar al recurso físicamente ininteligible y metafísicamente dudoso del “tiempo imaginario” para evitar el comienzo del universo. La contingencia que implica un comienzo absoluto ex nihilo apunta a una causa trascendente del universo más allá del espacio y el tiempo. Las objeciones filosóficas a una causa del universo no logran convencer.
Desde tiempos inmemoriales, los hombres han dirigido su mirada hacia el cielo y se han maravillado. Tanto la cosmología como la filosofía hunden sus raíces en el asombro que sentían los antiguos griegos al contemplar el cosmos. Según Aristóteles,