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La Pontificia Universidad Católica de Chile (UC o PUC) es una de las seis universidades católicas existentes en el sistema universitario chileno y una de las dos universidades pontificias del país, junto con la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Es también una de las universidades más antiguas de Chile y una de las instituciones educativas más reconocidas de América Latina. Al ser una Universidad Pontificia, siempre ha tenido una relación fuerte y muy estrecha con el Vaticano. Fue fundada el 21 de junio de 1888 mediante un decreto del Arzobispado de Santiago. Su primer rector fue Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas, y en sus inicios la universidad sólo impartía dos asignaturas, Derecho y Matemáticas. Forma parte de las Universidades del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, y aunque no es de propiedad estatal, una parte sustancial de su presupuesto proviene de transferencias del Estado por diferentes conceptos.

Según el “Higher Education Supplement” (THES), publicado por el diario británico The Times, se encuentra en el puesto 277 de las mejores universidades del mundo, lo que la convierte en la universidad chilena mejor clasificada. En el proceso de admisión de 2010, se matriculó en la UC aproximadamente el 48% de los estudiantes que obtuvieron el mejor puntaje en la Prueba de Selección Universitaria.

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El Proyecto de Monitoreo de la Libertad Académica de SAR investiga e informa sobre los ataques a la educación superior con el objetivo de sensibilizar, generar defensa y aumentar la protección de académicos, estudiantes y comunidades académicas. Más información.

El 21 de mayo de 2015, la policía chilena dispersó a un grupo de manifestantes estudiantiles no violentos, utilizando cañones de agua, palos y gases lacrimógenos.    Rodrigo Avilés, estudiante de literatura de 28 años de la Universidad Católica de Chile y miembro del Sindicato Nacional de Estudiantes de Chile, recibió un disparo de cañón de agua a corta distancia que le provocó graves lesiones cerebrales.

Los manifestantes -en su mayoría estudiantes- se habían reunido en Valpraiso, cerca del Parlamento chileno, para manifestarse contra la reforma de la enseñanza superior y exigir una educación superior gratuita y de calidad. Eligieron celebrar la protesta el 21 de mayo para que coincidiera con un discurso programado, por el Presidente de Chile, de un informe sobre los logros recientes y los planes futuros de su gobierno. A pesar de que los informes de testigos presenciales reflejaban que la protesta no era violenta, la policía chilena desplegó su unidad de Fuerzas Especiales para dispersar a los manifestantes y evitar los saqueos. Poco después de su llegada, un cañón de agua montado en un coche habría disparado a Avilés a quemarropa, haciendo que cayera violentamente al suelo y se golpeara la cabeza, dejándolo inconsciente. Más tarde fue trasladado al hospital, donde los médicos se dieron cuenta de que había sufrido un hematoma subdural y lo dejaron en coma inducido. Permaneció en coma durante 20 días y, tras recuperarse, se le diagnosticó epilepsia, al parecer como consecuencia de sus lesiones.

Universidad pontificia

Armados con palos y escudos, los jóvenes de la “primera línea” del movimiento de protesta de dos meses en Chile son vistos como héroes por algunos, y como vándalos por otros.Desde que estallaron los disturbios civiles el 18 de octubre, Chile se ha polarizado cada vez más en su visión de los que lideran las manifestaciones contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera.Para algunos, el movimiento de protesta ha sido la caída de un país que a menudo fue descrito como un bastión regional de estabilidad y prosperidad, pero que ahora sufre el caos infligido por anarquistas encapuchados y saqueadores.

Ranking de la Pontificia Universidad Católica de Chile

Acudió con peticiones pacíficas de transformación política para corregir la asombrosa desigualdad de ingresos en su país. Pero también acudió preparada para la confrontación, armada con gafas para protegerse los ojos de los proyectiles y bicarbonato de sodio en caso de recibir gases lacrimógenos.

Estudiante de arquitectura y presidenta de la federación de estudiantes de la Universidad Católica de Chile, Larrondo sabía muy bien que los agentes de seguridad del Estado podían responder violentamente a ella y a otros manifestantes, como ya lo habían hecho antes al tratar de aplacar el descontento social que se extiende por el país desde octubre.

“Si me pasa algo, mi familia morirá”, dijo Larrondo a Al Jazeera durante una entrevista telefónica desde su casa en Santiago. “Pero, lamentablemente, es algo que tenemos que hacer. Y el miedo no me va a detener. Porque creo que hay cosas por las que hay que luchar”.

Ese sentimiento se extendió por partes de América Latina en 2019, ya que movimientos de diversa escala y mecanismo captaron y canalizaron un descontento profundamente arraigado en cuestiones sobre la desigualdad, la democracia y lo que significa llevar una vida digna.